Tania Hernández Artista e investigadora |
Arte posmoderno o incrédulo |
Cuando se habla de modernidad artística se ha señalado la necesidad de buscar espacios de construcción no sólo a nivel del arte, sino en los diversos espacios que se perfilan en lo social. Analizar la modernidad artística como parte de la Modernidad, implica resignificar la experiencia de ser modernos desde distintos puntos que obviamente están cruzados por las diferencias culturales que se han acentuado por ese mundo de la informatización.
La modernidad artística se reflexiona, pero sólo en tanto se sitúen
aquellas herramientas teóricas que permitan pensar los problemas del
arte, de la cultura y la comunicación, como problemas que se han
alejado de esos grandes “discursos” de la Modernidad (expresados en
los términos de Razón, Progreso, Utopía, Voluntad) pero que también
han propiciado nuevos elementos de acercamiento a la
“realidad”desarrollando nuevos espacios. En esos espacios tan ambivalentes que se han generado en la cultura, en el arte, bien pueden estar los problemas más difíciles del análisis social. Precisar lo que está pasando a nivel del significado artístico en nuestro mundo actual, puede permitir acercarnos con una mirada nueva al mundo de lo social.
Por debajo de la diversidad que ha generado la Modernidad se esbozan
cambios de sensibilidades que se han suscitado como resultado de las
modernizaciones propias del desarrollo de la Modernidad, pero
también se han propiciado diferentes discursos acerca de la
“diferencia” que de alguna manera alimenta un imaginario social, que
a ratos se nos muestra difuso. Es necesario entonces pensar esa
modernidad artística desde la comunicación, tarea que implica una
mirada crítica-hermenéutica que puede llevarnos por el camino
incierto de una concepción metafórica, ya que no se trata ni de
postular teorías o categorías, ni negar lo que pueda ser traducible,
en todo caso se trata de indagar sobre los procesos de alteridad que
ha generado la Modernidad. Vincular Alteridad y Modernidad artística es ver el desplazamiento que se dirigió hacia una nueva racionalidad, o como diría Vattimo, hacia infinitas racionalidades locales, es decir, ocuparse del fenómeno de la Modernidad es verlo menos desde su “verdad” que desde su fenomenología. Ya Gadamer ha señalado ese camino, cuando en su texto Verdad y Método, cuestiona el principio de verdad absoluta en las Ciencias del espíritu, ofreciendo como alternativa la verdad de la experiencia del arte. Esa experiencia del arte puede ser vista desde una experiencia nihilista, que al decir de Vattimo sería comprendido como una oportunidad de emancipación. Se entendería ese nihilismo en Vattimo como una situación epocal que ha disuelto toda objetividad y verdad, esto nos lleva a revisar la Ontología Gadameriana acerca del concepto de la verdad como experiencia del arte, lo que en otras palabras significa que la relación entre arte y estética que podamos establecer ha de reelaborarse en los términos de una historización, ha de historiarse.
En otras palabras, se trata de relacionar cómo esa dialéctica que se
formara con los discursos de la Modernidad y con los movimientos
artísticos, hoy día se desarrollan de otra manera, es decir, si bien
es cierto el movimiento de las Vanguardias Históricas se relacionó
con el discurso de la Modernidad, el arte hoy no parece creer en ese
futuro histórico que buscaba sentido en las Vanguardias.
Analizar la problemática de la Modernidad nos permite ver algunas
claves, que nos sitúen con una cierta sensibilidad ligada a algunos
elementos que ya a partir de los años sesenta han sido considerados
constitutivos de una condición que se ha definido como posmoderna.
Hablar de esa condición implica señalar que muchas de las tendencias
artísticas desde los años sesenta han derivado del impulso
vanguardista, en otras palabras, esos mismos estilos de las
Vanguardias se colocan sobre nuevos contextos que le imprimen una
nueva tónica a este arte.
Todo esto señala que hoy día las nuevas formas basadas en una
estética de la intertextualidad (efecto estético en donde la
historia de los estilos se coloca en lugar de la historia real,
connotando sensación de antigüedad) requieren de un análisis que
determine realmente si esas formas son una ruptura con la estética
de la Modernidad o por el contrario, son una repetición de viejos
estilos.
En última instancia, la cuestión consiste en lo que se ha convertido
el arte después de la llamada crisis de las Vanguardias, es decir,
invención de genios ficticios, venta de una mercadería en nombre de
una vanguardia que ya ha cumplido más de cincuenta años, y lo que
sería más grave aún, lo que definió la crisis de las vanguardias: la
destrucción de la función crítica que nació con ella.
Podemos decir que todas las formas artísticas desde los años sesenta
en adelante han sido considerados como tendencias más que como
movimientos, ya que no poseen una poética propia como si la tuvieron
las Vanguardias Históricas de comienzos de siglo XX. Lo que si
parece cierto, es que arrancan de ese origen vanguardista. Muchas de
esas tendencias surgieron también de la reacción entre ellas mismas;
algunas por ejemplo se enfrentaron a la incomunicación del
informalismo, utilizando para ello la civilización de la imagen.
Cuando el arte Pop, -por citar alguna- incorpora a su propuesta el
mundo de las imágenes, lo hace con todas sus connotaciones, es
decir, incorpora a éste las imágenes del mundo desarrollado; una
cultura que prácticamente estaba moldeada por las imágenes de los
medios, esto de alguna manera determinó el éxito de este arte, ya
que dio a conocer lo que ya se conocía, de allí que el arte Pop fue
un arte para el consumo.
Las tendencias de los Ochenta, muy por el contrario, no se
interesaban en lo absoluto por la realidad, sino por la percepción
de ella, es decir, por la relación imagen y realidad, tal sería el
caso del Hiperrealismo. Esta tendencia acepta el sentido tradicional
del arte pero sin ninguna expresión y/o contenido social; se
aprovecha el éxito en el mercado, valiéndose de las presentaciones
objetivas con temáticas banales, lo cual le permitirá la mejor
ilusión de la realidad o de la percepción.
¿Podemos decir que la producción estética se ha integrado a la
producción de mercancías en general? Por lo cual diría Fredric
Jameson “que hay una frenética urgencia económica de producir
constantemente nuevas oleadas refrescantes de géneros de apariencia
cada vez más novedosa”. En todo caso la preocupación de Jameson, es
señalar la expansión que ha tenido la cultura en el dominio de lo
social, es decir, que todo en nuestras vidas se haya convertido en
cultura, o mejor, que la tan referida sociedad de la imagen
transforme lo real en una colección de seudo acontecimientos.
Considera Jameson que la innovación estilística ya no es posible,
todo lo que queda es imitar estilos muertos.
Es evidente que las Vanguardias Históricas se han venido
transformando desde la década de los setenta, por lo que hoy día esa
transformación tiene una relación distinta con el arte. Una relación
que hace difícil entender el objeto artístico, en tanto éste ya no
posee las mismas características que en décadas pasadas, es decir,
el objeto de arte no ofrece límites para incorporar a su lenguaje
todo tipo de elementos: visuales, poéticos, comunicacionales,
publicitarios, otros.
En otras palabras, los criterios estéticos que definían una obra no
son los mismos, igualmente se mezclan los géneros, todo lo cual
transforma el objeto artístico, más en modelo de comunicación que
“obra” propiamente. El arte hoy prefiere jugar con la
intertextualidad, en donde la ausencia de profundidad predomina y es
sustituida por el juego textual, o múltiples superficialidades. Esto
como ya mencioné, viene dándose desde los años sesenta cuando
empieza a decaer el modelo de la relación significante-significado,
siendo sustituido por los meros significantes, llegando a ser la
superficialidad la que predomina en la obra. Lo que queda entonces como efecto de valoración después de la crisis de la Modernidad, es la Diversidad, así la diversidad estética que vivimos se complementa con el orden lúdico de esa diversidad para dar lugar a un arte que cada día propicia nuevos espacios de construcción. Un arte que puede jugar con varias racionalidades, puesto que convive con las diferencias, por eso creo que estamos ante una nueva racionalidad estética que por demás hace que el arte se defina como heterogéneo. Y en fin un arte nihilista, puesto que no se apega a ningún tipo de fundamentalismo científico, ni tiene ansias de universalidad, por ello se apega a todo lo que la vida le brinda. . |